No quería hacer nada que pudiese disgustarle, cualquier movimiento, un simple comentario, algo que le diera razones para pensar que era infantil, inmadura... algo que le hiciera pensar: hasta aquí hemos llegado.
Ella se esforzaba, era calculadora, su mente tenía una gruesa capa y muchas barreras, construyó un caparazón alrededor de su ser.
Olvidó lo maravilloso que es ser natural, gustarle a una persona tal y cómo eres, en su estado más puro y explosivo, porque las mentes así son las que secuden, las originales.
A la mierda, ¡adiós caparazón!
¡fuera caparazones! Me ha encantado la simplicidad con la que has abordado el tema.
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